lunes, 10 de junio de 2013

¿Os habéis preguntado hasta que grado de estupidez puede llegar el ser humano?

Somos imbéciles. Todos. Pero totalmente estúpidos.
¿Cómo se puede llegar al punto de despreciar todo lo que tenemos, todo lo que nos regalan, lo que nos ofrecen, y no hablo de cosas materiales, hablo del tiempo que nos regalan, del tiempo que comparte esa gente que se preocupa realmente con nosotros, y el desprecio que mostramos ante ello. Probablemente esto en la mayoría de los casos sea recíproco. Yo desprecio tu tiempo, pero cuando tu desprecias el mío, me quejo. ¿En qué mundo vivimos si no nos damos cuenta de que hay cosas que no deberíamos hacer porque no nos gustaría que nos las hicieran?
Porque.. ¿¡En qué clase de mundo estamos viviendo si para poder valorar las cosas nos han tenido que poner un límite!? ¿Qué estamos criticando si somos los primeros que nos hacemos criticar? ¿Qué estamos esperando recibir si nunca entregamos nada? ¿Por qué esperamos recibir todas esas cosas que siempre despreciamos?
¿Por qué no empezamos por cambiar cada uno de nosotros en vez de intentar cambiar el mundo?
Empecemos por dejar de despreciar a esas personas que más nos quieren, y poner a cada persona en su lugar, empecemos a darnos cuenta de quienes son esos que gastan su tiempo en nosotros y por qué motivo tú lo harías por ellos. 
 Piensa en todas las ventajas que te da la vida, y esas barreras que tú solo te pones. Que la vida no tiene un límite, ni nadie tiene el poder suficiente como para decirte cuando tienes que ser o no ser feliz.
Empecemos por ver los pequeños detalles, el olor a verano al salir a la calle en junio, o el olor húmedo de diciembre. El mar, el agua de las nubes, una canción, una sonrisa, una persona, el mundo.
Empecemos a valorar estas cosas siempre y no solo cuando tengamos miedo a perder algo.


 


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